Para esta edición de Mapa propusimos un stand con cuatro artistas de Tramo: Santiago Quesnel, Elisa Strada, Nicolás Romero Escalada y Lobo Velar. Cada uno de ellos propone caminos diversos de acercamiento a la reflexión sobre la materialidad. Proponen reflexiones íntimas y colectivas, gestos y preguntas vinculadas al hacer del artista. 

Santiago Quesnel recupera una larga tradición de representaciones en óleo del paisaje. Artistas medievales e impresionista han hecho de la campiña fuente de su imaginería. En el caso de Quesnel, la materialidad de la obra cobra centralidad: el peso de las pinceladas de óleo recae sobre un papel de poliéster muy liviano. Esta tensión es la que se puede leer en sus paisajes de ensueño. Vegetal el óleo y el paisaje, sintético el soporte y su gesto al pintar. 

Las obras de Elisa Strada evocan la memoria y los recuerdos de la niñez en familia de la artista a través de la música, los libros y las artes visuales. Esta introspección se materializa mediante papeles, cartones, lápices y una gran variedad de colores. De algún modo, estas materialidades se vuelven reflexivas en tanto hacen participes a sus espectadores de un espacio compartido. Hay narraciones para leer, canciones para escuchar y colores que componen música. Vista, oído y tacto se involucran en este nuevo lenguaje propuesto. 

Por su parte, Nicolás Romero trabaja con los mecanismos simbólicos de los objetos de consumo diario. A partir de la iconografía y la potencia de las imágenes, crea espacios amables y propios, en los que juega y se refugia. Desde allí, establece vínculos con lo pequeño, lo cercano, lo que lo rodea. Estos espacios-otros son una reflexión de los distintos niveles de afecto emocional, individual y colectivo, de los que estamos invitados a ser parte.

Por último, Lobo Velar expresa en sus obras un gesto lúdico, atravesado por la memoria, el deseo y el tiempo. Compone escenas que pinta y dibuja con diferentes materiales. Con los recortes fotográficos que incluye en las obras nos propone una suerte de código propio. Estos elementos se vuelven un verdadero guiño a los espectadores, junto con los espacios y objetos que se citan. Una poética de lo cotidiano y un extrañamiento de lo conocido.