Las obras que componen este proyecto expositivo descansan sobre la capacidad del arte contemporáneo para trascender los problemas formales y observar críticamente la realidad en la cual está inserto. Aunque a primera vista todas ellas parecieran evadir la confrontación inmediata o la referencia directa a situaciones o acontecimientos del mundo actual, su posicionamiento resulta evidente si se las aprecia con atención. Desde perspectivas y recursos estéticos diferentes, los trabajos de Kuki Benski, Andrea Guedella y Mónica Potenza exploran el universo femenino en el contexto de la sociedad patriarcal, con diferentes grados de ironía, barroquismo y remisiones culturales. La exaltación cromática, las imágenes anacrónicas que rozan lo kitsch y las citas a los ecosistemas visuales de los productos de consumo, proyectan la crítica hacia el entorno sociopolítico, prolongando sus efectos reflexivos. Por su parte, las piezas de Pablo Pérez Torres poseen otro tono, acaso más sombrío y conceptual, pero no menos analítico. En ellas se plasman cuestionamientos filosóficos que son también reflexiones agudas sobre el mundo en el cual vivimos. Kuki Benski es la artista que más consistentemente ha explorado el imaginario kitsch en el arte argentino. En sus trabajos son recurrentes las representaciones simples que recuerdan a las ilustraciones infantiles, aunque desplazadas de su supuesta inocencia hacia situaciones que connotan sexualidad y/o perversidad. Lo ornamental, lo exótico, el falso lujo, recargan sus trabajos con capas de sentidos arraigados vagamente en la historia de las formas culturales; esta vaguedad es una estrategia mediante la cual la artista atenúa – o mejor: desliza, rodea – el impacto del sometimiento de la mujer que se observa en los acontecimientos que retrata. Recursos formales históricos aparecen también en sus frecuentes representaciones planas, frontales, con cuadros dentro del cuadro y multiplicidad de desnudos femeninos. En su composición utiliza juguetes, baratijas, brillos, collages y otras herramientas que la ubican en esa línea del arte local que el crítico Ricardo Martín-Crosa bautizó con el nombre de escuelismo. Las fotografías de Andrea Guedella exhiben una confesada estética pop. No sólo por sus colores saturados, sus referencias a la cultura de masas y su síntesis icónica – que remite a la inmediatez visual de la publicidad –, sino, además, por el carácter de las situaciones que plasman, a las cuales la artista califica de poptitud. En ellas, Guedella aborda la feminidad y la crítica social mediante acciones performativas encarnadas por su propio cuerpo, que se completan con puestas en escena artificiosas, citas a obras y artistas canonizados, lecturas paródicas y una fuerte dosis de humor. Aquí es muy importante la complicidad con el observador, quien debe identificar las referencias visuales y los desplazamientos que sustentan el comentario crítico. La impecable pericia técnica, derivada de una extensa trayectoria en el ámbito fotográfico, es otro de los andamiajes indispensables que aportan a la solidez de la propuesta artística. Los trabajos de Mónica Potenza exploran el lugar social de la mujer a través de representaciones culturales – ilustraciones, historietas, publicidades, etc. – que consagran estereotipos, delimitan roles masculinos y femeninos, y proponen futuros de felicidad imaginaria en el consumo, la unión romántica o la vida familiar. Sus modelos habituales son las promesas del modo de vida americano o las narrativas de aventuras en las cuales la mujer aparece como objeto, tesoro o botín de héroes y superhéroes. A partir de esas imágenes, Potenza erige situaciones sarcásticas que ponen de manifiesto las diferencias de valor que nutren el sustrato de una sociedad machista, discriminadora y opresiva. Sus obras recientes incorporan referencias al universo culinario, que durante muchos años fue uno de los ámbitos claves para el formateo y la circunscripción del temple femenino. Recetas, utensilios e ingredientes configuran un campo de batalla en el cual se escenifica, irónicamente, las luchas por la emancipación, el empoderamiento y la liberación. En contraposición con el trabajo de sus colegas mujeres, las obras de Pablo Pérez Torres poseen una densidad semántica no tan evidente. En ellas se plantean relaciones de espacio, tiempo y materialidad que ponen de manifiesto el andamiaje profundo de la realidad física, como vía para su comprensión o como señalamiento sobre la posibilidad de realidades alternativas. Dejando de lado la representación figurativa, adoptan la forma instalaciones y sistemas de objetos en interacción que enfatizan la ausencia del cuerpo humano – aunque se lo refiera en las escalas y algunos cromatismos que remiten al color de la piel. Su teatralidad, sus tensiones conceptuales y su mirada al mundo desde una perspectiva crítica, integran la producción de Pérez Torres a este proyecto expositivo que confía en la capacidad del arte y sus instrumentos estéticos – y no en las informaciones fácticas y los testimonios verosímiles – como una vía lícita para interrogar al universo que nos rodea.

Curaduría: Rodrigo Alonso